Cuando José Manuel Riosalido me preguntó cómo podía hacer llegar el inmenso archivo de su padre a los segovianos y, en general, a las personas interesadas en la fotografía como documento o como expresión artística, tuve una rápida respuesta: a través de la sala de exposiciones temporales del museo Rodera-Robles. Así empezó y así llegamos hoy a la séptima muestra en la que poder analizar con un punto de agradable melancolía, muchísimas imágenes que nos llevan al conocimiento directo de la vida de la pequeña ciudad de Segovia durante las décadas centrales del siglo pasado. Todo ello porque Manuel Riosalido fue un profesional inquieto y laborioso que estuvo presente, por razones obvias o por pura satisfacción, en multitud de momentos de la vida ciudadana. No sólo dejó testimonio gráfico de los acontecimientos oficiales, sino que puso ante su cámara la vida misma de la ciudad en aquellos años críticos de la posguerra en los que la sociedad segoviana se renovaba con el incremente de una población, también segoviana en su mayor parte, que llegaba desde el entorno inmediato, al tiempo que continuaba a la par, el éxodo de los segovianos hacia Madrid. Este cambio poblacional venía acompañado de la paulatina llegada de la industrialización y de nuevos modos de vida que se iban implantando con sigilo en una ciudad que asimilaba los cambios con naturalidad. Segovia, por aquellos años seguía siendo una ciudad eminentemente rural pero con una vitalidad colectiva muy importante. Y allí estaba Manuel Riosalido para dejar constancia de ello.








El autor: Manuel Riosalido (Madrid, 29/11/1912 – Madrid, 4/10/1964)
Nacido en Madrid, donde transcurrieron sus años de formación dentro del sector de las artes gráficas, vio frustrada su vocación profesional por la guerra civil. Al finalizar ésta, orientó su carrera hacia la fotografía, además de por su profunda afición, por asegurarse una forma de vida para el futuro laboral.
Los primeros años de posguerra le llevaron a cambiar de residencia: primero en Valencia y después en Vigo hasta que, de forma circunstancial, decidió, en 1944, fijar su residencia y su actividad profesional en la pequeña ciudad de Segovia, cuya cercanía con Madrid le facilitaría mucho su trabajo y el contacto con el ámbito de la fotografía como documento gráfico para la prensa.

Su primer domicilio estuvo en la calle de la Judería Nueva, en el barrio de San Andrés, pero muy pronto se vio obligado a trasladarse a un piso más amplio, donde instalar el laboratorio y el estudio, en la calle de Juan Bravo.
Falleció repentinamente en octubre de 1964. Durante los veinte años de actividad en Segovia, se implicó totalmente en la vida de la ciudad donde encontró una magnífica acogida de sus colegas de profesión y se ganó la amistad y el aprecio de la sociedad segoviana que contaba con su trabajo en todos los campos: desde los puramente comerciales hasta la intimidad de los acontecimientos familiares.
Fotógrafo oficial del Ayuntamiento de Segovia, de la Diputación Provincial y de la Academia de Artillería. Asimismo trabajó como corresponsal para Segovia y su provincia: de la Agencia Efe, de la Agencia Torremocha y del Anuario Español del Gran Mundo.
Su legado está formado por un archivo de aproximadamente 210.000 negativos en blanco y negro que conforman un importante patrimonio documental gráfico de la vida de Segovia y su provincia durante las décadas centrales del siglo XX.